Los bandoleros se pusieron a registrar las alforjas con la intención de llevarse todo lo que encontraran; pero en ese momento apareció el capitán, que, al ver a don Quijote armado y pensativo, con la más triste y melancólica figura que pudiera formar la misma tristeza, le dijo:
–No estéis tan triste, buen hombre, que no habéis caído en manos de un tirano. Yo soy Roque Guinart[205].
–No estoy triste por haber caído en tu poder, ¡oh, valeroso Roque! ―respondió don Quijote―, sino por haberme descuidado, estando obligado a vigilar continuamente, como manda la orden de la caballería andante. Porque yo soy don Quijote de la Mancha, cuyas hazañas son famosas en el mundo entero.
Roque Guinart se alegró de conocer a don Quijote, de quien había oído hablar, y le dijo:
–No os preocupéis, valeroso caballero, que vuestra suerte puede cambiar, porque el cielo suele levantar a los caídos y enriquecer a los pobres.
Roque Guinart ordenó a su gente que devolvieran a Sancho todo lo que le habían quitado de las alforjas y, a continuación, repartió entre los bandoleros todo lo que habían cogido en sus últimos robos. Lo hizo con tanta justicia e igualdad, que todos quedaron contentos.
–Si no hiciera justicia con estos, no se podría vivir con ellos ―dijo Roque a don Quijote.
A lo cual contestó Sancho:
–Según lo que he visto, es tan buena la justicia que es necesaria incluso entre los mismos ladrones.
–Nueva forma de vida le debe de parecer al señor don Quijote la nuestra ―dijo Roque―, con otras aventuras y peligros. A mí me ha llevado a esta vida el querer vengarme de una ofensa que me hicieron, pues en realidad yo soy compasivo. Pero como un pecado llama a otro, ahora no sólo me encargo de mis venganzas sino también de las ajenas. Aun así no pierdo la esperanza de salir alguna vez de esta peligrosa vida.
–Señor Roque, el principio de la salud está en conocer la enfermedad y en querer tomar las medicinas; vuestra merced está enfermo, conoce su mal y quiere curarse. Así que, puesto que ha mostrado prudencia en sus razones, sólo hay que esperar que se cure pronto y, si quiere hacerlo cuanto antes, véngase conmigo, que yo le enseñaré a ser caballero andante y a ganarse el cielo con miles de trabajos y desdichas.
Roque Guinart se rió del consejo de don Quijote, pero quiso agradecérselo escribiendo una carta a un amigo suyo de Barcelona, para decirle que estaba con él el famoso don Quijote de la Mancha, que era el más gracioso y el más entendido hombre del mundo, y que dentro de cuatro días estaría en la playa de la ciudad y que avisara a su gente para disfrutar de su compañía. Mandó la carta con uno de sus bandoleros, que disfrazado de labrador entró en Barcelona y la entregó.
Capítulo XX
La llegada a Barcelona y la aventura del Caballero de la Blanca Luna
Por caminos sin gente marcharon a Barcelona Roque, don Quijote y Sancho con otros seis bandoleros. Llegaron a su playa la noche antes de San Juan. Allí se despidió Roque de sus amigos y se quedaron don Quijote y Sancho esperando el día. Al amanecer vieron el mar, hasta entonces desconocido para ellos. Les pareció muy espacioso y grande, bastante más que las lagunas de Ruidera.
Vieron los barcos que había en la playa, adornados con banderas que se movían al viento. De repente sonaron trompetas y se organizó una batalla entre la gente de los barcos y los caballeros de la ciudad. Admirados estaban don Quijote y Sancho, cuando se acercó a ellos el amigo de Roque que había sido avisado y dijo en voz alta:
–Bienvenido sea a nuestra ciudad el espejo de toda la caballería andante. Bienvenido sea el valeroso don Quijote de la Mancha, no el falso, que anda estos días en falsas historias, sino el verdadero, el que nos describió Cide Hamete Benengeli. Véngase con nosotros, que somos sus servidores y grandes amigos de Roque Guinart.
–Agradezco vuestras palabras ―dijo don Quijote―. Llevadme a donde queráis que yo no tendré más voluntad que la vuestra.
Todos rodearon a don Quijote y con el sonido de tambores y trompetas se encaminaron a la ciudad, hasta la casa de don Antonio Moreno, que así se llamaba el amigo de Roque, caballero rico, honesto y cortés.