Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha - страница 62

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–Callad, hijas ―respondió don Quijote―, que yo sé bien lo que tengo que hacer. Llevadme a la cama, que me parece que no estoy muy bueno; y tened por cierto que ya sea caballero andante o pastor acudiré siempre a lo que necesitéis.

Las buenas mujeres lo llevaron a la cama, le dieron de comer y lo cuidaron lo mejor que pudieron.

Capítulo XXII

El testamento y la muerte de don Quijote

Como las cosas humanas no son eternas, especialmente las vidas de los hombres, llegó el fin de don Quijote cuando él menos lo pensaba. Porque, ya fuera por la tristeza de su derrota o por la disposición del cielo, el caso es que estuvo seis días con fiebre en la cama, durante los cuales fue visitado por el cura, el bachiller y el barbero y por su escudero Sancho Panza. Todos procuraban consolarle, pero a don Quijote no lo abandonaba la tristeza.

Llamaron al médico, y dijo que mirara por la salud de su alma porque la del cuerpo corría peligro[209]. Lo oyó don Quijote con ánimo tranquilo y después pidió que lo dejaran solo porque quería dormir un poco. Cuando despertó, dijo dando una gran voz:

–¡Bendito sea el poderoso Dios que tanto bien me ha hecho! Su misericordia no tiene límite.

–¿Qué dice vuestra merced? ―preguntó la sobrina―. ¿Qué misericordia es esa?

–La misericordia de Dios ―respondió don Quijote― es que yo ya tengo juicio, libre y claro, sin las sombras oscuras de la ignorancia en que caí por leer tantos libros de caballerías. Ya conozco sus disparates y sólo me duele no tener tiempo para leer otros libros que sean luz del alma. Yo me siento, sobrina, a punto de morir y no quisiera dejar fama de loco, que, puesto que lo he sido, no quiero confirmar esta verdad en mi muerte.

Llegaron entonces el cura, el bachiller Sansón y el barbero Nicolás. Apenas los vio don Quijote les dijo:

–Alegraos, buenos señores, porque yo ya no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, llamado por mis costumbres el Bueno. Soy enemigo de Amadís de Gaula y de todos los demás caballeros andantes; me son odiosas todas las historias de la caballería andante y quisiera no haberlas leído nunca.

Todos creyeron que se trataba de otra nueva locura, por lo cual dijo Sansón:

–¿Ahora, señor don Quijote, que sabemos que está desencantada Dulcinea sale vuestra merced con esto? ¿Ahora que estamos a punto de ser pastores para pasar la vida cantando, quiere hacerse monje? Calle y déjese de cuentos.

–Yo, señores ―dijo don Quijote―, siento que me voy muriendo a toda prisa. Déjense de burlas y tráiganme un confesor que me confiese y un escribano[210] para hacer testamento.

Se quedaron solos el cura y don Quijote y, acabada la confesión, salió el cura diciendo:

–Verdaderamente se muere y verdaderamente está cuerdo Alonso Quijano el Bueno.

Estas noticias provocaron el llanto del ama, de la sobrina y de Sancho Panza, porque don Quijote antes y después fue siempre un hombre tranquilo y de agradable trato, por lo que era bien querido por todos cuantos lo conocían. Entró el escribano para hacer el testamento y dijo don Quijote:

–Es mi voluntad que a mi escudero Sancho Panza se le pague lo que le debo con los dineros que tiene míos y, si algo sobra, sea también para él. Y si estando loco le ayudé a conseguir el gobierno de la ínsula, ahora que estoy cuerdo le daría un reino, si pudiera; porque su sencillez y fidelidad lo merecen.

Y volviéndose a Sancho le dijo:

–Perdóname, amigo, por haberte dado ocasión de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo había caído creyendo que hubo y hay caballeros andantes.

–¡Ay! ―respondió Sancho llorando―. No se muera vuestra merced y viva muchos años, que la mayor locura que puede hacer un hombre es dejarse morir. No sea perezoso, levántese y vámonos al campo vestidos de pastores, como hemos acordado. Quizá encontremos detrás de algún arbusto a la señora Dulcinea desencantada. Si se muere de pesar por haber sido vencido, écheme a mí la culpa, diga que yo ensillé mal a Rocinante y por eso se cayó. Además, el que hoy es vencido puede ser mañana vencedor.

–Así es ―dijo Sansón―, y el buen Sancho dice la verdad.


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